
Síndrome General de Adaptación.
La Teoría del Estrés o Síndrome General de Adaptación (SGA) tal y como lo denominó Hans Selye en el año 1936, viene a explicarnos como reacciona nuestro organismo ante un estímulo estresante, cuales son las respuestas fisiológicas que da para adaptarse o luchar contra él. El estrés es una respuesta natural y adaptativa, y dependiendo de su medida puede ser beneficioso para la activación fisiológica de nuestro organismo, pero si es muy frecuente e intenso puede convertirse en perjudicial.
El SGA va a pasar por unas fases determinadas:
- Fase de Alarma; nuestro organismo percibe e identifica el estímulo.
- Fase de Resistencia; nuestro organismo mantiene una activación fisiológica máxima tratando de superar la amenaza o adaptarse a ella, de esta forma sobrevive.
- Fase de Agotamiento; se da sólo si el estímulo estresante es continuo o se repite frecuentemente . El organismo agota sus recursos y pierde su capacidad de activación o adaptación.
En nuestro cuerpo se producen diversos procesos que se tienen que dar en condiciones óptimas, en unos niveles normales en los cuales nuestras funciones vitales van a estar en equilibrio. Ese equilibrio es la homeostasis, y la activación fisiológica que se da con el estrés tiene como objetivo precisamente devolver la homeostasis que nuestro organismo ha perdido a causa del estímulo estresante.
Y todo esto, pensaréis…. ¿que tendrá que ver con la actividad física?
El SGA y la actividad física.
A través de esta Teoría del Estrés o SGA vamos a ver como nuestro organismo se adapta ante la presencia del estímulo que supone el entrenamiento físico, pues también en este caso se va a dar la activación fisiológica si la actividad física es de una entidad suficiente, es decir, si es percibida por nuestro organismo como un estímulo agresivo contra el que tenemos que defendernos, provocando las adaptaciones necesarias para no llegar al extremo del agotamiento, y prepararnos en un futuro ante la presencia de un nuevo estímulo de características similares.
Un ejemplo claro cuando realizamos cualquier actividad física de cierta intensidad es que nuestra temperatura corporal aumenta un poco, nuestro corazón late más rápido moviendo más cantidad de sangre para que llegue a los músculos, respiramos más veces porque necesitamos más oxígeno, etc. Todo esto son respuestas de nuestro organismo que responde ante una situación de estrés, intentando de no poner en peligro nuestro equilibrio necesario para poder continuar con las funciones necesarias para la vida, es decir, para mantener la homeostasis.
En todo ejercicio físico mantenemos estable la homeostasis, sin superar límites que pongan en peligro la vida. Partimos de un nivel normal en reposo, seguimos por otro nivel normal durante el ejercicio porque nuestro organismo responde ante ese estímulo y pone en marcha mecanismos de defensa y adaptación, y por último volvemos al nivel normal de reposo.
¿Qué conseguimos con el entrenamiento físico?
El organismo se va a defender ante la presencia del ejercicio físico, lo va a tomar como un estímulo, pero también se va a preparar ante la presencia de nuevos estímulos de características similares. No solo va a reponerse del esfuerzo realizado sino que va a mejorar su protección. Por eso el entrenamiento continuo y progresivo, si es lo suficientemente importante como para poner en marcha los mecanismos de protección de la homeostasis, va a traducirse en un aumento de la condición física, es decir, en una mejora o aumento de nivel de rendimiento.
Nuestro cuerpo parte de:
- un nivel inicial de condición física.
- en el entrenamiento le aplicamos un esfuerzo o carga.
- nos fatigamos y disminuye nuestra condición física.
- tras el entrenamiento, pasamos a una fase de recuperación.
- nuestro cuerpo no solo repara, sino que aumenta sus capacidades más allá de las que tenía antes del entrenamiento.
- consecuencia final: aumenta nuestra condición física.
Pero en todo entrenamiento pueden darse distintos estados, y no siempre podemos hablar de estímulos positivos que mejoren nuestro rendimiento deportivo. Todo dependerá del esfuerzo o carga que aplicamos en el entrenamiento, si son los adecuados, y por supuesto de los tiempos de recuperación posteriores que mantengamos tras el mismo.
Sobrecompensación.
Este estado es el ideal cuando el objetivo perseguido esté relacionado con la mejora del rendimiento deportivo. Aquí vamos a respetar los tiempos de recuperación del organismo pero vamos a realizar una serie de entrenamientos que estimularán nuestro cuerpo y harán que progresivamente su condición física vaya en aumento.
El nivel de esfuerzo o carga irá en aumento progresivo a medida que vaya aumentando el rendimiento deportivo, la condición física. Y la fase de recuperación no solo tiene que ver con el descanso, la nutrición es otro factor fundamental. Necesitamos reponer la energía agotada durante la actividad física y hemos de recargar los depósitos con los nutrientes necesarios para ello.
Sobreentrenamiento.
Caso contrario a la sobrecompensación es el sobreentrenamiento. El someter a nuestro cuerpo a un entreno excesivo tanto en cantidad como en intensidad, sumado a una deficiente recuperación o descanso, no va ayudar a mejorar nuestra condición física. Todo lo contrario, aquí nuestro organismo ve en peligro su equilibrio, la homeostasis. Toma el ejercicio físico como un estímulo negativo, del cual no va a poder defenderse y mucho menos aumentar su capacidad ante sucesivos estímulos con la misma entidad de intensidad o cantidad.
El exceso de esfuerzo o carga, la falta de fuerza de nuestros músculos por el cansancio, el no poder concluir el entrenamiento de forma efectiva, son síntomas del sobreentrenamiento, a los que se suman otros como: pérdida de peso y de apetito, no poder dormir, sudor excesivo, dolores digestivos, elevación de la frecuencia cardíaca en reposo y durante el ejercicio, ojeras, temperatura elevada, presión arterial elevada, etc.
No podemos romper el equilibrio de nuestro organismo, no podemos poner en peligro nuestra salud. El sobreentrenamiento puede llevarnos muy lejos de los objetivos que nos habíamos marcado con la actividad física y acercarnos más a una lesión
Estancamiento.
Cuando hay poca intensidad en el ejercicio, la carga del entrenamiento no es la adecuada, los tiempos de recuperación son excesivos, es decir no existe un esfuerzo progresivo y continuo que nuestro organismo tome como un estímulo positivo, de recuperación y adaptación, estaríamos ante el estado de estancamiento.
Dependerá de los objetivos que te plantees en tu entrenamiento. El estancamiento puede ser visto como un fracaso si estás pensando en adquirir volumen muscular, hipertrofia, o adquirir mucha resistencia con vistas a la competición. Pero sin embargo, desde un punto de vista de la salud en general, para un estado de bienestar que se acerca más a los objetivos del fitness, podríamos tomar el estancamiento como una situación a la que hemos llegado realizando un ejercicio físico equilibrado y regular, que ha servido para fortalecer nuestro cuerpo y músculos. Y a partir de ahí, ahora nuestro objetivo puede ser mantenernos en ese punto de equilibrio intermedio.
Hablamos de equilibrio en nuestro organismo, de homeostasis. Pero ¿cómo controla nuestro organismo la homeostasis?. Pues lo realiza a través de un sistema denominado retroalimentación.
El Sistema de Retroalimentación.
Dejando de un lado por un momento el aspecto concreto de la actividad física, vamos a explicar de forma general como a través del sistema de retroalimentación nuestro organismo controla la homeostasis o equilibrio, pues esto es aplicable luego a todos los estímulos que recibimos, incluido nuestro entrenamiento físico.
Nuestro cuerpo está lleno de receptores que recogen datos y los envía al encéfalo, que controla el estado del organismo y si es necesario envía una respuesta para mantener el equilibrio. Cuando sometemos a nuestros músculos a un estímulo de carga necesitamos más oxígeno y nutrientes, y se producen más productos de desechos como consecuencia de los procesos químicos que se producen. Ahí actúa nuestro encéfalo y ajusta la frecuencia cardíaca, respiratoria, etc.
Podríamos resumirlo de la siguiente forma:
- Se produce un estímulo y hay unos receptores especializados que monitorizan la situación.
- A través de las vías aferentes, los receptores envían la información al Sistema Nervioso Central o SNC.
- El SNC procesa la información de los receptores y si el estímulo ha provocado cambios en la homeostasis, actúa enviando una respuesta para volver al equilibrio.
- Ahora actúan las vías eferentes, a través de las cuales el SNC lleva la información hacia los órganos que han de actuar.
- Los órganos actúan y dan una respuesta realizando los cambios necesarios para controlar el desequilibrio producido por el estímulo.
Este es el proceso que se denomina retroalimentación negativa, porque se contrarresta el efecto de un estímulo. Un ejemplo claro al realizar ejercicio físico, es que aumenta nuestra temperatura corporal, y en respuesta nuestro organismo activa la sudoración como sistema de refrigeración. La temperatura de nuestro cuerpo ha de mantenerse constante, aproximadamente a unos 36,5o grados, así se desarrollan con normalidad las reacciones químicas necesarias. A mayor temperatura, mayor incremento en la producción de reacciones químicas, y necesitamos de un sistema que mantenga la temperatura estable.
Al contrario, podemos hablar de retroalimentación positiva en los casos en que nuestro SNC en vez de oponerse al estímulo hace lo contrario, lo refuerza. Siguiendo con el caso del exceso de temperatura, podríamos poner como ejemplo cuando tenemos algún tipo de infección, nuestro cuerpo eleva la temperatura como medio de defensa, lo que llamamos fiebre.
Para concluir y volviendo un poco al principio de este artículo cuando hablábamos de las fases del estrés. No olvidéis que nuestro propósito cuando estamos entrenando no ha de desviarse de la fase de resistencia, pues ahí es cuando sea cual sea nuestro objetivo, fuerza, resistencia, velocidad, coordinación, etc., vamos a estimular a nuestro organismo para que se adapte y refuerce. Si superamos esa barrera y entramos en la fase de agotamiento, no solo no vamos a alcanzar nuestra meta, sino que además estamos desequilibrando nuestra homeostasis, y estamos poniendo en peligro nuestra salud.
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